Se dice que el co-living es la nueva moda, a pesar de ser un sistema que funciona desde hace años. Su función es la de vivir compartiendo espacios y alejándonos de la compra de propiedades para uso privado y único. Por eso, la generación millennial, con dos crisis económicas a sus espaldas, tiende al co-living mucho más que las generaciones anteriores.
El co-living tiene su base en la experiencia de vivir de forma colaborativa. Surge en San Francisco de mano de los jóvenes que tenían menos acceso a la vivienda en ciudades que tenían mucha oportunidad de empleo y fomentaban la inmigración dentro del propio país. Los núcleos urbanos de capitales o ciudades grandes tienen ese poder de reclamo, y, por tanto, era solo cuestión de tiempo que el co-living no fuese una moda, sino algo normalizado. Las principales ciudades que han importado este sistema residencial han sido Londres, Berlín, Tokio y Madrid.
En un espacio de co-living las personas tienen una habitación privada, mientras que el resto de las estancias se comparten, como se haría en una residencia de estudiantes u hotel. La mayor diferencia con estos es que las personas que conviven son afines y tienen trabajos y rutinas similares.
El co-living es diferente de compartir piso también en este aspecto. Es un requerimiento el formar parte de un espacio donde se va a encajar y se va a hacer uso de las zonas comunitarias de igual forma. Una casa compartida tendría un salón comunitario. Un co-living sin embargo, tiene otras zonas comunes como lo son un pequeño gimnasio, una zona de trabajo o salas recreativas.
Algo fundamentalmente diferencial es el tener un servicio de limpieza externo.
Las residencias colaborativas o los espacios multifamiliares no son algo del ahora. Siempre ha existido una necesidad de vivienda para una gran cantidad de personas.
Por ejemplo, La unidad de habitación de Marsella de Le Corbusier se construyó debido a que, tras la postguerra, se necesitaba que las personas que vivían en un bloque de edificios utiliza en las zonas comunes de forma colaborativa, para tener mayor calidad de vida al aprovechar los espacios.
El co-living, en lugar de llevarlo a todo el edificio, lo hace por pisos o plantas para una mejor distribución.
Un espacio de co-living puede tener muchas variantes, pero en general cuenta con los siguientes espacios:
La vivienda colaborativa está en auge, ya sea en forma de bloques de edificios con espacios comunes o espacios de co-living. Madrid está regulando estos espacios de cohousing para normalizar su creación y sentar unas bases que seguir a nivel arquitectónico y social.
Debido a la pandemia y a la necesidad de muchas personas de hacer cuarentena, tanto solos como con personas con las que previamente no conviven, se ha aumentado la aceptación de este fenómeno residencial. Son muchos los que reniegan de la intimidad total de una casa y les es suficiente una habitación. Otros han visto posible entenderse con otras personas y ven estos espacios como una mejora frente a compartir piso o residir en albergues u hoteles.
El co-living permite establecer un sistema colaborativo entre los miembros de la misma comunidad, con apoyo a los diferentes grupos de edad. Esto favorece que personas mayores estén mejor atendidas, que los jóvenes puedan conciliar mejor, y que los niños estén atendidos dentro de su edificio, en un entorno conocido.
Existen diferencias entre qué es el co-housing y qué es el co-living, pero son modelos que van ganando fuerza cada día.
El Máster de Arquitectura en Vivienda Colectiva (Master in Collective Housing) es un programa de postgrado internacional avanzado presentado por la Universidad Politécnica of Madrid (UPM) y el Swiss Federal Institute of Technology (ETH) de Zurich.
El periodo de admisión para el MCH2023 se abrirá proximamente.
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